martes, 8 de mayo de 2018

Hay que quedarse extenuado, esperar y mirar en vano

SIMONE WEIL
(París, Francia, 1909-Londres, Inglaterra, 1943)


LA PUERTA

Ábrenos pues la puerta y veremos los huertos,
beberemos su agua fresca donde la luna ha dejado su huella.
Arde el largo camino hostil a los extranjeros,
erramos sin saberlo y no hallamos lugar en ninguna parte.

Queremos ver flores. Aquí la sed nos domina.
Vednos ante la puerta, esperando y sufriendo
la derribaremos a golpes si es preciso.
Presionamos y empujamos, pero el obstáculo es muy sólido.

Hay que quedarse extenuado, esperar y mirar en vano.
Miramos la puerta; está cerrada, inexpugnable.
Fijamos nuestros ojos en ella; lloramos por el tormento;
la vemos siempre; el peso del tiempo nos agobia.

La puerta está ante nosotros; ¿de qué sirve desear?
Más vale irse y abandonar la esperanza.
Nunca podremos entrar. Estamos cansados de verla...
Al abrirse la puerta dejó pasar tanto silencio

que no aparecieron los huertos ni flor alguna,
sólo el espacio inmenso donde reinan el vacío y la luz
surgió de pronto por todas partes, colmó el corazón
y lavó los ojos casi ciegos por el polvo.

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en "Poesía" nº 16", enero-febrero de 1974, Universidad de Carabobo. Trad. de Teófilo Tortolero. La imagen: Simone Weil como miembro de la Columna Durruti durante la Guerra Civil española, 1936.
Cortesía de Jonio González

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char