miércoles, 23 de mayo de 2018

Echemos pájaros en el jardín de las preciosidades

JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO

(San Juan, Argentina, 1920-2016)

La familia: "Ella es así”

Mi hermana Margarita es en extremo
cuidadosa,
anda mirando el suelo no sea
que inadvertidamente pise una hormiga.
Ciertos monjes de no sé dónde
caminan así
pero mi hermana lo hace por naturaleza.

Cuida la vida más allá de ella y suele
hablar bajito si un grillo namorado
canta en el jardín.
Y cuando va al campo trae alguna piedrita
que gracias yo encantado es hermosa digo.

Ahora quel tiempo se nos viene ciático,
cabizbajo y olvidadizo,
ayer salimos a la puerta de calle cuando
mirá mirá –dijo mi hermana- qué alegría,
los paraísos están floreciendo.
Ella es así.
**
Lo inescrutable

Si usted toma la punta de un conocimiento
y empieza a tirar el hilo
va a sacar una sombra.
Es tremendo y espanta,
porque si todo está unido a todo
uno piensa extraer un pez gordo
y termina vencido con la boca gusto a nada.
Mi caso es el de siempre, siempre el mismo.
Ya no puedo callar y más tranquilo
vivir sino que indago e inmerecidamente
caigo en la oscuridad.
Tras el fuego sagrado a si pellizco
me levanto alta noche y sigiloso
pongo la caña de pescar en vano.
Sin embargo insisto.
**
A OTRA COSA

¿Pongámonos bien la vida
que nos pusimos del revés?
En vez de alimentar historias de plomo
digamos cosas fáciles.

En vez de hacer de perro del hortelano,
o llorar a la luna porque no nos quieren,
echemos pájaros en el jardín de las preciosidades.

Probemos saludar a desconocidos
a ver si aparece el amor,
pues qué delgado está el mundo,
qué pálido, y necesita apoyo.

Aventa una palabra uno y afecta al tiempo futuro;
por eso hay que hablar con cuidado
y sonreír más.

Pogámonos bien la vida a ver qué pasa,
pues así como estamos se han desequilibrado
los bancos de las plazas
y si no intervenimos
¿a dónde va a ir la gente a tomar aire?

De Poesía completa (Ediciones en Danza), 2011

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char