viernes, 6 de abril de 2018

Se inclinan, tímidos, igual que cisnes mojados. Se aman.

James Wright  

(Ohio, EE.UU., 1927-Nueva York, EE.UU., 1980)

Una bendición

Justo a un costado de la carretera a Rochester, Minnesota,
el crepúsculo avanza con suavidad sobre la hierba.
Y los ojos de aquellos dos caballos
Se oscurecen bondadosos.
Han salido alegremente de entre los sauces
Para darnos la bienvenida a mi amigo y a mí.
Pasamos por encima de la alambrada de púas hacia el prado
Donde han estado pastando todo el día, solos.
Se estremecen, tensos, apenas si pueden contener la alegría
Que les produce el que hayamos venido.
Se inclinan, tímidos, igual que cisnes mojados. Se aman.
No existe soledad como la de ellos.
En casa de nuevo,
Mordisquean en la oscuridad los jóvenes matojos de la primavera.
Me gustaría tomar en mis brazos al más esbelto
Porque ha venido hasta mí
Y ha acariciado con su hocico mi mano izquierda.
Es blanco y negro,
la crin le cae salvaje sobre la frente
Y la suave brisa me empuja a acariciar su gran oreja
Que es delicada como la piel de la muñeca de una muchacha.
De pronto me doy cuenta
De que si saliese de mi cuerpo estallaría
En flor.

Versión de Jonio González 
***
Deprimido por un libro de mala poesía, echo a andar hacia un prado silvestre e invito a los insectos a reunirse conmigo

Aliviado, dejo caer el libro tras una roca.
Asciendo una ligera cuesta de hierba.
No quiero molestar a las hormigas
que recorren en fila india el poste del cercado,
portando pequeños pétalos blancos,
lanzando sombras tan precarias que puedo ver por ellas.
Cierro los ojos un instante y escucho.
Los viejos saltamontes
están cansados, saltan pesadamente,
tienen sobrecarga en los muslos.
Me gustaría oírlos, los sonidos que emiten son claros.
Se han ido a dormir.
Delicioso y lejano, entonces, un oscuro grillo les releva
en los castillos de arce.



Traducción de Jordi Doce
***
ACOSTADO EN UNA HAMACA EN LA FINCA DE WILLIAM DUFFY EN PINE ISLAND, MINNESOTA

Sobre mi cabeza, veo la mariposa de bronce
dormida sobre el negro tronco,
revoloteando como una hoja en la sombra verde.
Por el barranco, detrás de la casa vacía,
los cencerros de las vacas van uno tras otro
hacia las distancias de la tarde.
A mi derecha,
en un campo lleno de luz entre dos pinos,
lo que vertieron los caballos el año pasado
se enciende y se torna piedras doradas.
Yo me arrecuesto, mientras cae y se oscurece la tarde.
Un polluelo de halcón pasa volando, buscando casa.
He desperdiciado mi vida.
Traducción de G.A. Chaves

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char