jueves, 5 de abril de 2018

¡Oh, elementos!

William Shakespeare
 (Stratford-upon-Avon, c.1564-ibíd., 1616) 


El rey Lear
(Fragmentos del III Acto)

CONDE DE KENT
¿Quién va con tan rudo tiempo?

NOBLE
Alguien tan destemplado como el tiempo.

CONDE DE KENT
Ya sé quien eres, ¿dónde está el Rey?

NOBLE
Contiende con la furia del temporal; clama a los vientos que barran la tierra hasta sepultarla en el mar, o que las olas encrespadas se alcen hasta anegar los continentes; que todo se trastorne o desaparezca todo. Mesa, hasta arrancarlas, sus canas, que impetuosas ráfagas arrebatan y dispersan con despiadada furia. Pretende, en su breve mundo humano, sobrepujar la violencia del combate entre el agua y el viento. Esta noche, en que los oseznos secarán las ubres de la madre al abrigo de su guarida, y el león y el lobo, hambrientos, mantendrán su piel bien enjuta, él, desbonetado, va errabundo clamando destrucción y muerte.

CONDE DE KENT
¿Quién lo acompaña?

NOBLE
El bufón solamente, que en vano procura divertirlo de las tristezas que laceran su corazón.

SEGUNDA ESCENA
Otro sitio en campo abierto
Entran el Rey Lear y el bufón.

REY LEAR
¡Soplen, vientos, hasta reventar los carrillos; soplen con rabia! ¡Cataratas y trombas, diluvien hasta sumergir los campanarios y anegar las veletas, y ustedes, relámpagos, pensamiento y obra en un destello, precursores de los rayos rajadores de encinas, abracen mi cabeza blanca, y ustedes, truenos retembladores, aplasten la redondez de la tierra, quiebren los moldes todos de la naturaleza y dispersen por siempre los gérmenes que dan vida a seres ingratos!

BUFÓN
¡Ay, tío; el agua bendita seca bajo techado es preferible a la de lluvia a campo abierto! Vuelve, buen tío, y pídeles perdón a tus hijas; mira que es una noche esta que no tiene compasión de los cuerdos ni de los locos.

REY LEAR
¡Retumbe tu repleto vientre, escupe fuego, arroja agua! Ni la lluvia, ni el viento, ni el trueno, ni el rayo son mis hijos; no los acusaré de ser crueles conmigo. ¡Oh, elementos! Ni les di mi reino, ni los llamé hijos, ni me deben obediencia. Satisfagan sobre mí su horrible goce. Aquí me tienen esclavo suyo, desamparado, indefenso, débil y escarnecido viejo ... Aunque bien pudiera acusarlos por ser instrumentos serviles, cómplices de dos hijas malvadas, para humillar aun más desde su altura la cabeza blanca de un anciano. ¡Oh, indignidad!

BUFÓN
El que tenga una casa donde meter la cabeza, tiene un buen yelmo. El que acuda a defender su bragueta primero que su cabeza, se verá comido de piojos; de esta guisa se casan muchos pobretes. El que al andar echa el corazón antes que el pie, padecerá de callos que le quitarán el sueño. Pues no hay mujer linda que no estudie mil mohines al espejo.

REY LEAR
No; quiero dar ejemplo de resignación; callaré a todo. (Entra el Conde de Kent).

CONDE DE KENT
¿Quién está aquí?

BUFÓN
Una corona y un braguero; o si quieres, un cuerdo y un loco.

CONDE DE KENT
¡Ah, señor! ¡Los más amantes de la noche no quieren noches como ésta! La ira del cielo aterroriza a los que viven de las sombras, obligándolos a refugiarse en sus guaridas. Desde que tengo uso de razón no hago memoria de tales relámpagos, tan horrísonos truenos, tal aullar del viento y de la lluvia, que ponen espanto y aflicción en el hombre más aguerrido.

REY LEAR
Es que los altos dioses, al pasar con tan espantable estruendo sobre nuestra cabeza, buscan a quien los ha ofendido. Tiembla tú, miserable, con tantos secretos delitos que no castigó la justicia; ocúltate, ensagrentada mano, y tú, perjuro, y tú, simulador de virtud, que eres incestuoso, y tú tiembla también, malvado, que, bajo capa y apariencia de honradez, fuiste instigador de asesinatos ... ¡Encubiertas maldades, rasguen la vestidura que te disfraza, no desoigan tan terribles conminaciones y apresúrense a implorar misericordia! Yo soy un hombre contra quien han pecado más de lo que él pecó.

CONDE DE KENT
¡Ay de mí, al viento tus canas! Mi amado señor: no muy lejos de aquí hay una choza que de algún amparo puede servirte contra la tormenta. Yo volveré en tanto a esa altiva casa, más dura que las piedras de sus cimientos, donde poco ha fui a buscarte y se negaron a darme entrada; pero ahora, por la fuerza ha de atenderme su desmedrada cortesía.

REY LEAR
Mi razón se pierde ... Vamos, niño mío. ¿Cómo estás tú, rapaz? ¿Tienes frío? Yo también; mucho frío. ¿Dónde está esa choza? ¡Qué buen arte hay en la necesidad para hacer de lo más despreciable algo precioso! Vamos a tu choza. ¡Pobre loco mío; aún queda un lugar en mi corazón para compadecerte!

BUFÓN
El que tiene un tejadillo para guarecerse, con el viento y la lluvia, la lluvia y el viento debe estar muy agradecido a su suerte; porque llover ... todos los días llueve.

REY LEAR
Es verdad, niño mío. Ven,llévame a esa choza. (Se van el Rey Lear y el Conde de Kent).

CUARTA ESCENA
Otra parte del campo abierto.
A un lado, una choza.
Entran el Rey Lear, el Conde de Kent y el bufón.

CONDE DE KENT
Aquí es; entra, amado señor. La crudeza de esta noche no puede soportarse a la intemperie.

REY LEAR
Déjenme solo.

CONDE DE KENT
No, mi amado señor; entra aquí.

REY LEAR
¿Vas a romperte, corazón mío?

CONDE DE KENT
Antes vea yo romperse el mío. Entra, señor.

REY LEAR
Tú juzgas insoportable mal esta tormenta que cala nuestros huesos. Así es para ti, sin duda; pero el que mayores males padece no siente un mal pequeño. Huyes de un oso feroz; mas si en tu huida te cierra el paso el mar embravecido, ya no te asustarán las fauces del oso. Cuando el espíritu está en calma, el cuerpo es más sensible. La tempestad de mi alma no deja padecer a mis sentidos otro dolor que el que aquí golpea. ¡La ingratitud de mis hijos! ¿No es como si mi boca despedazara a mordiscos mi propia mano por haberla alimentado? Pero tendrán su castigo. No; ya no lloro ... ¡En una noche así cerrarme sus puertas! ¡Arrecia, tempestad! ¡En una noche así! ¡Oh, Regania, oh, Gonerila! ¡Un padre anciano y bueno, de corazón tan generoso que les ha dado todo! Si sigo pensando en ello me volveré loco ... No quiero pensar más, no quiero ...

CONDE DE KENT
Amado señor: entra aquí.

REY LEAR
No; déjame ... Entra tú solo. Procura acomodarte. La tempestad me distrae de otros pensamientos que me atormentarían más crueles ... Pero entraré; sí ... Ven, niño mío. Entra tú primero. ¡Ay de la pobreza que ni una choza tiene! Vamos, entra. Rezaré y dormiré luego. Pobres que padecen desnudez y hambre, dondequiera que se hallen, expuestos a los rigores de noches tan despiadadas, mal cobijados, mal comidos, mal cubiertos de sus andrajos, con mil troneras y ventanas ... ¿Cómo pueden arrostrar los rigores de un tiempo semejante? ¡Qué poco me acordé de ustedes! ¡Provechosa medicina para el orgullo de los grandes! ¡Padezcamos como los pobres padecen, y no dudaremos en cederles de nuestras superfluidades, y resplandecerá sobre la tierra la justicia del cielo! (Entra Edgardo).

REY LEAR
¿Has dado a tus hijas cuanto tenías, y te ves de esta suerte?
(...)
REY LEAR
Mejor estarías en tu sepultura que aquí, sin más defensa que tu desnudez contra los rigores del cielo. ¿No es el hombre más de esto? Considérenlo bien: ni debe al gusano su seda, ni a la fiera su piel, ni su lana a la oveja, ni al gato de Algalia su perfume. Somos aquí tres que estamos adulterados. Tú eres la verdad de nuestro ser. Al natural, el hombre no es más que un pobre animal como tú, con la piel desnuda y zancudo. ¡Fuera, fuera postizos! ¡Desnúdenme!

BUFÓN
¡Detente, tío! No está la noche para nadar. Un poco de lumbre en medio del campo sería ahora como corazón de viejo crapuloso: allí unas chispas, y lo demás del cuerpo, frío. (Entra Glóster con una antorcha) Miren, un fuego fatuo.

CONDE DE GLÓSTER
(Al Rey) Ven conmigo. El amor que te tengo no consiente obediencia a las crueles órdenes de tus hijas. Aunque me hayan obligado a cerrarte mis puertas, entregándote a la crueldad de esta horrible noche, no he vacilado en salir a buscarte para conducirte a donde hallarás lumbre y comida.

REY LEAR
Déjame antes conversar con este filósofo. ¿Sabes tú cuál es la causa del trueno?

CONDE DE KENT
Amado señor: acepta su ofrecimiento. Ve con él.

REY LEAR
Quiero hablar dos palabras con este sabio tebano. ¿Cuáles han sido tus estudios?

EDGARDO
Huir del enemigo malo y matar piojos.

REY LEAR
Oye aquí. Quiero preguntarte algo en secreto.

CONDE DE KENT
Insiste, señor en llevarlo; empieza a desvariar.

CONDE DE GLÓSTER
(A Edgardo) Vuelve a tu choza, amigo; en ella puedes abrigarte.

REY LEAR
No; vengan todos.

CONDE DE KENT
Por aquí, señor ...

REY LEAR
Con él; no quiero separarme de mi filósofo.

SEXTA ESCENA
Habitación en una alquería, junto al castillo de Glóster.
Entran Glóster, el Rey Lear, el bufón y Edgardo.

CONDE DE GLÓSTER
Aquí se está mejor que a la intemperie. Acéptalo gustoso. Aun he de proporcionarte mayor comodidad en cuanto me sea posible. No tardaré en volver a tu lado.

CONDE DE KENT
Su razón no ha sido bastante fuerte para sobreponerse a su desesperación. Que los dioses te recompensen por tu lealtad. (Se va Glóster).

EDGARDO
Fratereto me llama y me dice que Nerón es ahora pescador de caña en el lago de las tinieblas. Recen los que sean inocentes y presérvense del espíritu maléfico.

BUFÓN
Escucha, tío; un loco. ¿Es villano o es noble?

REY LEAR
¡Es rey, es rey!

(...)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
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No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char